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{Super Junior/KangMin} A escondidas.

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Mensaje por Rexie Dom Mayo 25, 2014 6:48 pm

Título del oneshot: A escondidas.
Autora: Rexie
Paring:KangMin
Discraimer: No estoy ni estaré relacionada con la SM y sus artistas, solo hago no lucrativo con el nombre de alguno de ellos.
Notas:Hace mucho escribí un shot, que fue, como bien me lo dijo Nati, mi catarsis. En ese entonces también me pregunte como terminaría, hoy puedo decir que no terminó para mi, pero si para este SungMin de letras negras. Gracias por prestarme tu nombre.



A Lee SungMin aún le sorprenden muchas cosas; cosas que seguramente a la gente normal no le interesarían, como el intenso amarillo de la luna algunas noches; o la transparencia en los ojos de un cachorro, incluso se ha sentido absurdamente confundido por los horarios de sus compañeros de la Universidad, en los que no se sabe cuando comen y cuando duermen.

Pero lo que más le sorprende son las infinitas formas que tiene para equivocarse.  Él es una de esas personas necias que tropieza cada vez con la misma piedra, a veces piensa que es casi un talento del que no puede librarse por mucho que ha querido. Y es también por ello que, lo que en realidad no le sorprendió fue la cantidad de veces que intentó dejar su no relación –él lo llama estupidez extrema, aunque el formalismo fue sexo sin compromiso- con su profesor de cálculo de la Universidad; la misma cantidad que cerró su boca y apretó los puños, guardando un silencio que terminaría minando gran parte de su humor alegre.

SungMin sabe la razón exacta de porqué calló siempre, después de todo en su cabeza no hubo muchas opciones de donde elegir estando tan enamorado. Si bien no era la primera vez que se enamoraba, si fue la primera vez que tuvo que encerrar ese amor en una cajón y cerrarlo a cal y canto. Dolió. ¡Ah por Dios, como dolió! Aunque ahora todo eso es un susurro bajito en su cabeza que lo distrae de vez en vez, y no el grito que le desgarró el pecho el día en que se enteró de que su profesor recuperó –de una forma extrañamente fácil y expedita- el matrimonio de tres años que lo ataba a la madre de su pequeña hija.

SungMin recuerda haberse torturado en mucha ocasiones pensando en cómo terminaría todo. Aún no conoce exactamente la respuesta, porque fue como una explosión silenciosa de humo negro que le cubrió los ojos y le aturdió la mente, no sabe en realidad como explicar lo que sucedió, pero al menos si cierra los ojos puede sonreír diciéndose que no fue tan malo el haber sido el idiota al que todo el mundo le veía la cara, porque él es ahora el único libre de arrepentimientos y ataduras.

.

—¡Detente ya hyung!—Grita a todo pulmón mientras  golpea con fuerza entre los omóplatos al hombre que tiene entre sus piernas y que no ha dejado de hacerle cosquillas en un buen rato.

Los restos de las carcajadas se le escapan de entre los labios y con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás SungMin siente como se le enfrían unas lagrimillas en los rabillos, y espera que sean producto de su risa y no de las verdaderas ganas de llorar que ha tenido desde hace semanas. Más exactamente desde que su profesor de cálculo le confesó que iba a cambiarse de división educativa tan pronto acabara ese curso. A SungMin aún le quedan varios períodos para terminar la asignatura, y saber no solo que el sexy hombre al que le conoce cada peca y cada mueca, ya no será quien le de clases, sino que además dejará  de verlo le ha sentado como una paliza al culo, de esas de las que no te puedes levantar tan fácilmente.

En ese momento SungMin escucha un gruñido y vuelve a sentir las manos toscas y traviesas colándose debajo de su playera y tocando los puntos exactos de su risa. Kim YoungWoon su viejo amigo, retoma sus gruñidos que van directo a su estómago. Él explota en carcajadas continuas y dolorosas, amarra el cabello corto de su hyung entre sus dedos y lo aprieta con sus piernas. Se siente bien y tan horrible al mismo tiempo, es una medicina que le lacera las pústulas esperando curarlas. Lo hace a medias, pero más lo hace que Kim YoungWoon este ahí, intentando recuperar al antiguo SungMin que se perdió en las habitaciones de los hoteles y las caricias efímeras de un hombre casado.

—Te gané otra vez, zorrito—le dice su amigo cuando por fin ha parado y se cierne sobre él con sus potentísimos brazos sosteniendo todo su cuerpo. Su sonrisa de niño es el foco de atención para SungMin que no puede apartar la mirada de ella.

YoungWoon probablemente se siente incómodo, porque casi de inmediato deja de sonreír y aprieta los labios en una línea muy fina. SungMin carraspea y deja de reír también, su hyung tiene el mal hábito de ponerse serio cuando se miran. Así es que han aprendido a saber lo que el otro quiere sin tener que decirlo, sus silencios son larguísimos y suaves como caricias, se sienten torpes cada vez, pero está bien, porque cuando se tocan saben que en realidad todo está verdaderamente bien entre ellos.

Tal vez por eso son amigos. Aunque la gente lo ponga en duda porque nunca lo hacen en público.

Aquella tarde es una de esas salidas grupales de amigos. Un rencuentro, porque uno de ellos ha vuelto de la mili. El sitio es un club campestre y el plan es una barbacoa muy al estilo americano. Ellos han sido los primeros en llegar, les gusta el tiempo que pasa solo para ellos dos. Pueden jugar, pueden tocarse, pueden acariciarse, justo como ahora, que YoungWoon baja el cuerpo apegándolo al de SungMin.

El contacto es casi sexual. Las piernas enredadas, las caderas perturbándose las unas a las otras, los brazos de YoungWoon rodean la cabeza de SungMin y ambos esconden el rostro en el cuello ajeno. Es reconfortante, piensa SungMin, a pesar de que tiene que tomar una larga y honda bocanada porque el robusto cuerpo de su hyung le está quitando el aire.

SungMin está consciente, como está seguro de que el otro hombre lo está, que esa dulce intimidad se esconderá, como se esconden los secretos, una vez el resto de los chicos hayan llegado. Siempre ha sido así, y en realidad él no puede evitar comparar su evasión con las mentiras con su profesor de cálculo, pero no puede.  No puede encontrar similitudes, porque aunque esto también se oculta y se retoca, lo otro se emborrona en negro y mancha hasta la piel, dejando un lienzo sucio y miradas cargadas de obviedad y censura.

SungMin siente como YoungWoon le muerde la oreja y aspira salvaje el aroma de su cuello, e intenta, pero no logra otra vez, recordar cuando su amistad se torció a placeres curiosos y juegos inconclusos, a probadas de manjares que solo humedecen los labios y no alcanzar a llegar al paladar.

SungMin cierra los ojos y aprieta en puños la camisa de su hyung, de verdad no puede recordarlo, solo sabe que han sido años así, con una relación de pintas por fuera  y otras de toques por dentro, parecen dos y al final es la misma, una en la que no saben cómo hablarse por timidez y estupidez, y otra que solo le pertenece a ellos. En ese preciso momento él se da cuenta que es porque son egoístas. SungMin no quiere compartir a nadie con su hyung de la forma en la que están solos. Y vuelve a reír, esta vez por ser tan imbécil.

.

A partir de que Kim YoungWoon aceptó el cargo de capitán en uno de los centros de entrenamiento del Cuerpo de Defensa Nacional que hay en Seúl, es que Lee SungMin y él se dejan de ver con la misma frecuencia, aunque hay llamadas de por medio y mensajes de textos que vuelan de bandeja a bandeja, no es la misma correspondencia constante que se dio con su profesor de cálculo en algún período perdido entre esos meses.

SungMin cree saber que fue cuando él estaba divorciándose, que hablaban tanto que solo los separaban las horas de clase. Tampoco fue un tiempo muy largo, ahora que recuerda poco después el sujeto pareció cansarse de él y dejaron las conversaciones a un lado, ahora él sabe que fue cuando su amante, su profesor, o lo que fuera, decidió recuperar su matrimonio. SungMin no se enteró de esto hasta un par de meses después por los cotilleos de las chicas de su clase, que aseguraban haber visto al hombre con en una cena familiar.

—¿Te conté que salgo con un hombre casado?—Es la pregunta que le hace SungMin a YoungWoon en los sanitarios de un bar cuando lo siguió, so pretexto de mojarse la cara.

No lo mira a los ojos cuando pronuncia las palabras, prefiere mirar en el espejo la cara descompuesta de su amigo. YoungWoon permanece en un sepulcral silencio, solo su rostro que cambia de ira a decepción y a dolor es lo que SungMin observa mientras le cuenta todo. Incluso la parte en la que, a pesar de que su profesor no le hizo promesas, él se siente traicionado, porque debió repetirle que él era solo sexo sin compromiso, y que su esposa era el amor de su vida, bueno, de algún modo alguien debió de matadarle las esperanzas, se excusa.

No hay manera de que Kim YoungWoon disculpe u omita lo que Lee SungMin ha hecho. Pero al final lo perdona, solo porque no tiene cara con que reprocharle semejante idiotez.

—Tú también has follado con gente casada—le recuerda SungMin de mal talante y YoungWoon golpea el muro del bar.

Han pasado un par de horas fuera del local hablando de todo el asunto.

YoungWoon lanza ahora una patada, niega, bufa, gruñe, lo mira y abre la boca para soltar una palabrota, pero se arrepiente y solo niega con brío.

—¡Pero soy yo SungMin, yo no importo!  ¡Tú no debiste hacer semejante mierda! ¡¿Es que putada estabas pensando?!

—No pensaba—confiesa de inmediato bajando la cabeza.

Ninguno dice que es la única verdad absoluta, pero aún así las palabras se cruzan en su silencio como pequeñísimos dardos de una guerra microscopia entre uno y otro.

.

Cuando SungMin piensa que ha visto suficiente, hay algo que vuelve a sorprenderlo, su ingenuidad es vasta en comparación con el mundo. Cuando llega el período de exámenes y su profesor de cálculo definitivamente se ha cambiado de división, a SungMin lo rodean sus compañeros de clase con el nuevo chisme del campus.

Una foto que alguien encontró en la red de la esposa de su, hasta ese momento, compañero de sexo. La pantalla brilla delante de las narices de SungMin, el resto se ríe a su alrededor mientras el rostro de la mujer se dibuja de pixeles a una velocidad alarmante. SungMin abre la boca y su estupefacción se disimula con la risa de todos los chismosos. Solo hay una cosa que puede decir al respecto, él la imaginaba diferente.

Algo así como una voluptuosa diosa de alguna girlband, de piel lechosa, pestañas largas y labios gruesos que invitan como fruta fresca. En lugar de eso… bueno, no sabe que adjetivo podría describirla, porque ha visto chicas como ellas toda su vida, comunes y corrientes, grises como paredes.

—¡Tampoco te mostré la foto para que te burlaras! —Lo riñe propinándole un fuerte puñetazo a YoungWoon que le saca un quejido.

Su hyung ahoga la risa que le sigue y cambia la pantalla por algo más interesante, pero igual no disimula la sonrisa maliciosa de sus labios.

—Y tú creyéndola tan guapa—murmura YoungWoon ganándose otro golpe, esta vez en el estómago.

Las cosas poco a poco vuelven a su cauce. Ahora se ven con más frecuencia que antes, tal vez porque el mayor teme que a SungMin lo ahoguen la culpa, el arrepentimiento y la locura. Eso no pasará, se repite SungMin todos los días para convencerse, pero ya no esta tan dispuesto a jugar a ser el tercero que algo que ni siquiera sabe que es. Sin embargo valora infinitamente la lealtad de su amigo y se acurruca a horcajadas en su regazo como el niño mimado que solo es con él.

YoungWoon de inmediato tira el móvil a un lado y pone sus dos manos sobre las piernas de SungMin, las sube y baja a un ritmo constante, apretando aquí, allá, enterrando las uñas, castigándolo por su insensatez.

—Confié en él ¿sabes hyung?—Murmura SungMin después de un rato en el que las mejillas se le han coloreado y la respiración se le ha agitado. Su amigo se debate entre acariciarlo como si se fuera a romper o romperlo él mismo y eso le está enturbiando las ideas.

—Ese siempre ha sido tu problema, confías demasiado en la gente, y ellos siempre terminan siendo una mierda contigo—responde YoungWoon, tras morderle la barbilla suavemente—. No aprendes la lección, zorro.

SungMin levanta la cabeza y mira el salón del apartamento de su amigo a través de un velo blancuzco,  la excitación le corre veloz por las venas y le está haciendo temblar. Quiere llorar, gritar, ahogarse, dormir y explotar en un orgasmo que le calme el dolor de corazón.

—Pero si no lo hago… significa que tampoco debo confiar en ti—razona bajando la vista al rostro varonil del hombre que lo mira a su vez con los ojos negrísimos de su propio placer.

—Ni yo en ti—dice YoungWoon y un instante después ambos sonríen, porque al final están tirando de los hilos que han tejido el uno alrededor del otro en su salvaje amistad.

SungMin se acerca a los labios de su amigo como si fuera a besarlo aunque en realidad solo se bebe su aliento caliente, YoungWoon por su parte le embiste fuerte con la vara de hierro que se guarda en sus vaqueros. Vuelven a reírse, disfrutando como nunca de sus juegos a escondidas, esos que provocan a los engranajes de sus cuerpos a engancharse sobre los del otro.


Tal vez esa sea la otra razón por la que son amigos.  Porque ya están invariablemente atados el uno al otro.

.

Kim YoungWoon tenía razón cuando le dijo que confía demasiado en la gente. SungMin lo comprueba al seguir en contacto con su profesor. Y esta vez no es debilidad lo que lo aleja de decir un no rotundo, sino un sentimiento de amistad que le genera el hombre, porque él es buen tipo después de todo, afirma para sus adentros. Siempre fue amable con él en la cama, y fuera de ella le obsequio trozos de su vida que ahora están guardados en ese cajón que SungMin tiene sellado.

—No me parece buena idea—se queja YoungWoon malhumorado otra tarde en la que hay reunión de amigos. Tiene el ceño fruncido, la espalda tiesa y empuña el cuchillo con el que corta verduras como si fuera a matar a alguien.

SungMin le ayuda a preparar bulgogi, mientras se ríe de su regaño.

—Puedo asegurarte que no me he metido con él otra vez. No te pongas celoso hyung—se burla y el efecto es que YoungWoon deje el cuchillo a un lado y lo arrincone con su enormidad contra la cocineta.

Su expresión es fiera, la de un animal furioso que busca el sabor de su venganza. SungMin no se amedrenta y le sigue el juego elevando su barbilla con desafío.

—¿Y por qué diablos no puedo estar celoso? Prácticamente vives en mi casa, duermes CONMIGO en mi cama—recalca enterrándole el índice en el pecho acusadoramente—, te enredas como un zorrito en mi cuerpo cada vez que puedes… y eres mío, solo que he sido muy amable al compartirte.

SungMin se ríe con esa risa honesta y escandalosa que pocos le conocen. Su hyung lo mira serio, a pesar del amago de una sonrisa que tira de las comisuras de sus labios, es apuesto si lo mira así, a milímetros de su rostro, apuesto, sensual, hambriento y posesivo, y él siente que todos sus músculos piden volver a enredarse, como bien lo dijo el mayor, en su regio cuerpo.

Las sensaciones le recorren en chispas por los nervios, y le obligan a convencerse de que no hay forma en que niegue lo que su amigo le dice. Y aún así su rebeldía le fuerza a replicar:

—¿Con qué derecho soy tuyo?

En lugar de responder enseguida, YoungWoon lo toma por la cintura y lo sube al mesón colándose entre sus piernas, el lugar que tanto le gusta y que parece haberse hecho para él. Sus ojos están negros, como cada vez que le posee el monstruo salvaje que tienta a SungMin, sus labios cerrados hacen una dura línea y su ceño parece hecho de montañitas a escala.

YoungWoon se acerca tanto que sus labios casi se tocan, pero ambos están ya acostumbrados a la sensación prohibida de querer pero nunca hacer. Esta vez, empero, SungMin casi puede degustar la piel suave de esos labios finos.

—Porque yo soy tuyo—concluye y el beso con que firma su declaración le explota a SungMin en cada célula.

Es firme, duro, intenso; es la guerra de labios que pelean por poder, el sanguinario encuentro de dientes que corrompen y lenguas que se conquistan; es suave y húmedo, es imperante y agita a SungMin de tal forma que rompe las cadenas que guardan a aquel cajón sellado, lo abre y revienta su contenido en millones de piezas imposibles de juntar de nuevo.


Es lo que debió haber sido siempre, y ahora él entiende porque jamás lo habían hecho, porque también y sobre todo es caótico y mortífero. YoungWoon lo abraza sin dejar de besarlo, lo acaricia y lo atrae más a su pecho. Sus engranajes vuelven a hacer ese ruido sordo al conectarse.

Tal vez esa sea la verdadera razón por la que son amigos. Porque lo suyo es mejor que un amor culposo, o un amor obligado.

.

SungMin mira la pared, sabe que está ahí aunque no pueda verla claramente. Las luces están apagadas, y él le sonríe a la nada todavía sintiéndose caliente. Tiene a YoungWoon sobre su cuerpo, amarrándolo por la cintura con sus manos y sus piernas con las suyas, duerme profundo y ronca a ratitos.

En un intento de comprobar que esto que vive es real, SungMin hace memoria y vuelve a comparar todas las noches en las que su profesor y él tuvieron sexo, pero casi de inmediato la intensidad de YoungWoon le corta el pensamiento.

La viril desnudez del hombre sobre su cuerpo; la sensación de esa piel morena contra la suya; los labios volando en rincones, planicies, curvas, recovecos, terminando en sus propios labios y volviendo a empezar; la demencia de su hombría bestial, tumefacta y poderosa abriéndolo a un placer más grande que un edén; para SungMin fue la primera vez en que un orgasmo lo aplasta a la primera.

—SungMin—lo llama con voz ronca el hombre a su espalda.

—¿Uhm?

—No sé que sea tan gracioso, pero ríete por la mañana, cuando yo también pueda hacerlo.

SungMin refunfuña pero aún así se gira y abraza a su amigo, a su amante, de forma en que pueda escuchar el latido de su corazón, que no es rápido pero si fuerte, grave pero excesivamente suave. El suyo ya puede sentirse aliviado.

.

Kim YoungWoon nunca le ha mentido a Lee SungMin. Y por supuesto no lo hizo cuando le dijo que era suyo, solo le ocultó que fue suyo desde la primera vez que le acarició la mejilla y le besó la frente.

Fue una tarde de fútbol y cervezas unos meses después de conocerse y hacerse amigos. Los chicos estaban en el salón mirando el televisor, SungMin odiaba el deporte casi tanto como odiaba las dietas, así que estaba en la cocina, preparándose algo para picar. YoungWoon simplemente se acercó por atrás, lo abrazó por la cintura y robó de su plato felicitándose por el mohín de enfado que logró en el muchacho.

Por aquellas fechas SungMin salía con un tipo un poco imbécil. Eso no lo detuvo para tomarlo por la barbilla y pasear su pulgar por su fresca mejilla antes de dejar un beso en su frente. Era bien sabido que a SungMin le irritaban esos besos, pero no protestó solo cerró sus ojos y siguió con lo suyo tan casual como si hubiese sido un saludo. Pero no lo fue, YoungWoon firmó, y él aceptó el contrato con términos y condiciones.

Aunque lo sabría hasta mucho tiempo después.

Ese es el pilar de todas las razones por las que son amigos. Porque ambos esperaban ese momento.

.

—¿Hyung, puedes responder por favor? —Pide SungMin desde la ducha, el mismo sitio del que acaba de salir YoungWoon, quien ahora se ata la toalla alrededor de la cadera.

El celular de SungMin suena desde el lavabo donde lo ha dejado. Él lo toma y reconoce el nombre del remitente en seguida, responde y se lo coloca en la oreja.

—Sé quién eres y para que llamas—dice en voz baja sin darle tiempo al hombre del otro lado de la línea de emitir sonido. El idiota se había tardado en hacer esa llamada—. SungMin ya no está disponible.

YoungWoon cuelga decidido a volver a la ducha, sus celos le están quemando la garganta y quiere sus manos en la piel de su SungMin antes de decir ya.


Lo que no sabe es que el hombre de la llamada tenía un discurso preparado, algo muy parecido a una declaración de amor, que repite en su cabeza aún después de aquello, y lo vuelve a repetir mientras baja los escalones de su casa y mira a una mujer muy arreglada mirándose en el espejo, una mujer común y corriente que él sabe es su esposa, pero que le cuesta creerlo en ese momento.


Última edición por Rexie el Dom Mayo 25, 2014 9:11 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Elfnamorada Dom Mayo 25, 2014 8:35 pm

Rexie!!!

Empezaré por la parte fea (?) y es que igual noté algunos errores de acentuación y letras mal parqueadas o verbos mal conjugados. Nada que una mentalmente no pueda corregirlos con rapidez y seguir con la trama. Pero tenía que decirlo porque sé que aprecias este tipo de cosas.

Ahora me iré hacia la parte menos objetiva, si debo decirlo de alguna forma.

Primero, adoré lo de las razones de su amistad. Pero esas razones dolieron de alguna forma. No sé si es que esto es solo que me siento rara en general y leer esta historia solo contribuye o es el hecho de que de alguna forma me sienta descrita, no en lo que pasó sino en lo que pude ser y en lo que fue entre líneas. Quitándole al apuesto Youngwoon, por supuesto.

El dolor de perderse por un idiota puede parecer insignificante ante lo que sea que primero tuvieron Youngwoon y Sungmin. Amigos con derechos, amigos con más que derechos.

O tal vez sea porque vengo de leer otro KangMin, en inglés, que tiene a Sungmin en la friendzone y es angst en ciertas esquinas que hacen que una se hiera el alma.

No sé cómo explicar lo que siento. Pero me ha hecho ponerme así, como con ganas de caminar lento, de dormir mucho y de asesinar a alguien. Pero un crimen igual de lento y sin alteraciones, sin moverme demasiado, sin llorar, sin sentir.

Tal vez por eso acabo de apagar mi teléfono después de haberle timbrado a mi amigo (del que te hablé). Una especie de sadismo que puedo culpar con facilidad a esto, por remover escombros que siguen desmoronándose de cuando en cuando.

Al menos, es final feliz. Al menos, el mundo dio las vueltas correctas y Kyuhyun tuvo lo que buscaba, se quedó con quien eligió. Al menos alguien salió al frente y dijo "esto es mío y nadie me mueve". Un pensamiento egoísta y sexista, pero qué demonios, solo por hoy viva la opresión de un amante apasionado.

Gracias por escribir. Gracias por subir algo tuyo. Sé que me entiendes si te digo que, aun cuando estoy "así", agradezco que hayas reaparecido para darle KangMin al mundo :3
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Mensaje por Lucy Yagami Dom Mayo 25, 2014 10:59 pm

Yo... aghsdffafsah

Sabes que cuando se trata de ti y de lo que escribes mi mente se pone como loca y es capaz de ordenarle a mis dedos que escriban unas mil líneas de puro asfdasgf para resumir mi estado mental pero eso es algo que ya sabes y para el caso mejor te dejo muchos mensajes así, aquí trataré de ser coherente o algo parecido, o algo parecido a lo parecido, tú me entiendes x3

Primero: me encantó, pero eso ya lo sabes desde que leíste el párrafo anterior y si no lo sabes ahora te lo digo yo con todas sus letras. Segundo: me encantó xDD -la patea- no, ya en serio, fue precioso porque es como... melancólico y doloroso (y no digo que lo que pasaste sea precioso por esto que digo sino que la forma en que lo pones acá es preciosa porque es, punto) y te hace reflexionar y al mismo tiempo hay cosas bonitas y esperanzas, teñidas de un no sé qué pero están ahí y al final toman forma. Bueno, al final este par de tarados ven la forma que tenían las cosas desde el comienzo y aceptan lo que es y se dejan amars~

Y, ¿honestamente? me da gusto que ese mentado profesor de cálculo que sabemos quién es se haya quedado así, con el discurso atorado y lo que sea. Cada decisión tiene consecuencias y esas han sido las correspondientes a sus actos, así como SungMin y YoungWoon tuvieron su respectiva dosis de lo mismo, con las particularidades de su situación.

Y nada, gracias por avisar de esto igual lo hubiera encontrado... tarde o temprano, recuerda que soy una ninja y lo vigilo todo desde las sombras :3

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